Biblioteca Jeanette Winterson, editorial Lumen
“Cada viaje oculta dentro de sus límites la senda
que no tomaste y el recodo olvidado. Son los viajes que deseo recordar”
Jeanette Winterson, “Espejismos”
Acostumbrado a hablar aquí de libros de reciente
aparición, muy pocas veces hay lugar para reseñar descubrimientos de autores
que por un motivo u otro han pasado más o menos desapercibidos por nuestras
estanterías. Teniendo en cuenta, además, de que los volúmenes duran cada vez
menos en la mesa de novedades en un país que edita mucho más de lo que lee,
quiero traer hoy a una autora que he tenido el placer de leer en los últimos
meses: Jeanette Winterson.
Es autora de cuentos, relatos de ciencia ficción,
ensayos pero, sobre todo, de luminosas y poéticas novelas, que desde hace cinco
años, la editorial Lumen ha agrupado bajo el nombre “Biblioteca Jeanette
Winterson”. De sus más de veinte libros, apenas gozamos de ocho traducidos al
castellano, la mitad en Lumen: “La pasión”, “La niña del faro”, “Espejismos” y
“Planeta azul”.
Sus historias siempre parten de situaciones
desgarradoras y en el límite: una niña recién huérfana, cuidada por un farero;
el cocinero de Napoleón, en mitad de las guerras a las que dio nombre, persiguiendo
el amor en Venecia; personajes perdidos en el tiempo y en sus propias
relaciones… para entender de donde emana la poderosa prosa de la autora
inglesa, hay que referirse, ineludiblemente, a su propia biografía. Para
empezar, Winterson fue criada por una familia adoptiva, de la que se separó a
los quince años, cuando les anunció su condición de lesbiana. Su condición de huérfana y el temprano
abandono del hogar explican la obsesión que Winterson tiene con la relación
madre-hijos (siempre hijos únicos), presente en toda su obra y que acaba desencadenando
una ruptura sin culpas donde la figura de la madre se desdibuja. Sus personajes
adultos protagonistas acaban adoptando el rol paterno hacia el resto de
personajes, entregándose a ellos por encima de la propia vida.
Es sorprendente también la amplitud de registros
que posee la autora, sin perder por ello su propia voz. El corpus principal de
sus historias son las novelas ya citadas, con personajes errantes como satélites
despistados, pero ha cultivado también la novela juvenil, infantil, el relato
corto y la ciencia ficción, adaptando las reglas de cada uno de esos géneros a
su particular estilo: novelas complejas en su comprensión inicial, que se
despliegan en hilos narrativos llenos de recovecos, como un laberinto plagado
de falsas salidas.
Por último, y volviendo a tirar del hilo
biográfico, cabe destacar que la familia en la que se crió era
evangélica-pentecostal, y educaron a Winterson para que en el futuro fuera
misionera, convencidos como estaban de que el don para la palabra que desde
niña tenía estaba encaminado a ese destino. El refuerzo de esa capacidad es el
responsable de que el discurso en sus novelas sea una suerte de sermón laico,
donde las ideas –pues sus novelas son de ideas antes que de situaciones o
personajes- se despliegan apoyándose las unas en las otras, y donde muchas
veces el destinatario, más que el propio lector, parece ser el universo entero:
una narradora aislada en su propio mundo, que se expande en todas direcciones.
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