Cuando la realidad se dibuja

. domingo
  • Agregar a Technorati
  • Agregar a Del.icio.us
  • Agregar a DiggIt!
  • Agregar a Yahoo!
  • Agregar a Google
  • Agregar a Meneame
  • Agregar a Furl
  • Agregar a Reddit
  • Agregar a Magnolia
  • Agregar a Blinklist
  • Agregar a Blogmarks

Hace poco regalé a mi compañera “Bordados”, de Marjane Satrapi. Cuando se lo enseñé me dijo que ella no podría leer un cómic tan largo, que se aburriría y que prefería “literatura”. Ante mi insistencia, esa misma noche empezó a leerlo y ya no pudo parar: lo devoró de un tirón, sin parar de reír y de emocionarse. Esta anécdota doméstica me sirve para ilustrar lo que ocurre hoy día con la novela gráfica: es un género que, sin ser nuevo, está lastrado por todo un imaginario de superhéroes americanos, una calidad endeble en sus tramas y un halo de infantilidad.




El primer problema está en las numerosas denominaciones y lo difícil que es a veces trazar fronteras entre ellas: cómic, tebeo, historieta, novela gráfica… esta última es la que mayor fortuna ha hecho, sin ser ni mucho menos un término nuevo. Con más o menos divergencias, parece que la primera obra que recibe el nombre de “novela gráfica” es “Contrato con Dios”, de Will Eisner en 1978. Situada en la norteamérica posterior al crack del 29, cuatro historias independientes sirven a Eisner para trazar un relato sobre el materialismo de la sociedad americana y la pérdida de las ilusiones.

El término “novela gráfica” parece aludir a un lugar intermedio entre una novela profusamente ilustrada y un cómic donde el texto está a la altura de los dibujos en importancia. Como se intuye, caben muchas cosas ahí, y a cualquier publicación en tapa dura de una extensión más o menos larga se le llama “novela gráfica”. Habría que diferenciar entre las obras que cuentan con un guión unitario y ambicioso, y las recopilaciones de anécdotas o situaciones.

El segundo problema es si la novela gráfica podría constituir un subgénero dentro de la literatura o sería solamente una rama más del cómic. Sobran ejemplos de que puede ser literaria, o al menos de que puede ser hecha desde lugares plenamente literarios. El más claro de ellos es quizá la adaptación que, de la novela de Paul Auster “Ciudad de cristal”, hizo David Mazzuchelli. En esta adaptación se demuestra que el cómic sirve no sólo para trasladar a dibujos un guión, en este caso magnífico, sino para explotar las posibilidades que el lenguaje de la imagen tiene para contar una historia que merece la pena ser contada. Nadie podría rebajar el valor de creadores dentro del mundo de la ficción como Hugo Pratt, Milo Manara, Moebius o el propio Will Eisner, con lugar propio dentro de la cultura popular, por la elección del cómic para expresarse.


El tercer problema a la hora de hablar de novela gráfica sería tratar de delimitar qué temas la pueden ocupar o si cualquier tema puede contarse en viñetas. Hay, grosso modo, dos categorías: la ficción propiamente dicha, y las novelas gráficas que tratan, sin renunciar del todo a la ficción, de revelar, denunciar o mostrar una parte de la realidad. Los primeros son los que han supuesto la popularización del género, ya que han generado numerosas adaptaciones cinematográficas. En esto se lleva la palma el guionista Alan Moore, que firmó una de las primeras novelas gráficas llevadas a la gran pantalla: “From Hell”, que, jugando con la teoría de Stephen Knight de que Jack el Destripador era un miembro de la familia real británica, recrea los ambientes victorianos y tenebrosos de la época. Con más de quinientas páginas, los autores tardaron diez años en completarla y el resultado fue acogido con entusiasmo por la crítica, no sólo en el ámbito del cómic. Otras adaptaciones finalizadas han sido “La liga de los hombres extraordinarios” y “V de Vendetta”, habiendo otras en fase de preproducción y que pronto verán la luz.

El otro autor que ha dado un empujón a las relaciones cómic-cine es Frank Miller, ya que las adaptaciones de su cómics “300” y “Sin City” han estado recientemente en los primeros puestos de la cartelera. En ambas, la estética mantenida es la del cómic, con lo que parece que la traslación desde éste hacia el cine es más dificultosa que de la novela al dibujo. Aunque pueda parecer que debería ser al revés –cómic y cine comparte el lenguaje de la imagen-, parece ser más fuerte el vínculo entre literatura y cómic: la lectura.

Para tratar la rama más “real” de la novela gráfica, hay que volver a la autora que encabezaba este artículo: Marjane Satrapi. Su obra “Persépolis” es un retrato con trazo sencillo, de estética casi naïf, de la situación de la mujer en Irán, a la vez de un relato sobre la revolución de los ayatolás, la guerra Irak-Irán y el paulatino retroceso del país desde entonces. Curiosamente, en estos momentos también se está terminando la adaptación cinematográfica de esta obra, aunque el hecho de que sea una película de animación y de que el tema no sea pura ficción augura mayor éxito –en cuanto a calidad del relato, al menos- que los anteriormente citados. En la misma línea, tenemos “Palestina”, de Joe Sacco. Si Satrapi utiliza su propia vida desde los diez años hasta la actualidad para ligarla a la Historia, Sacco se aprovecha de su vivencia como periodista durante dos años en la primera intifada para retratar la tristeza, miseria y esperanza desde el lado palestino. Otra obra nacida de un conflicto reciente es “El fotógrafo”, de Emmanuel Guibert, que cuenta el día a día de un grupo de Médicos sin Fronteras en el actual Afganistán. En el recién finalizado salón del cómic de La Coruña fue presentado el primer capítulo de una versión “casera” de estos temas: “A conta atrás”, sobre el hundimiento del Prestige. Esperando que no sea maniqueo, es un primer paso de la historieta española para contarnos y explicarnos a nosotros mismos desde el cómic. En Estados Unidos triunfó la versión en viñetas del informe final de la comisión sobre el atentado de las torres gemelas. Sólo imaginar que algo así pudiera ocurrir en España resulta completamente imposible.



La obra más importante, sin embargo, de esta faceta de la novela gráfica es sin duda “Maus”, de Art Spiegelman. Trascendió el mundo del cómic para recibir un premio Pullitzer, y protagonizar una exposición en el MoMA. Se nos cuenta la historia real de un superviviente de Auschwitz, el propio padre del autor, y de cómo transmite esta historia a su hijo. Los personajes son animales antropoformizados: los judíos son ratones, los alemanes gatos, los estadounidenses perros… y representa el argumento antes dado de que la novela gráfica sirve para dar con un lenguaje particular una nueva mirada sobre la realidad.

Por último, cabe reseñar la novela gráfica que, desde la ficción, se ocupa básicamente de personajes anónimos contemporáneos. En España hizo mucha fortuna “Malas ventas”, de Alex Robinson, donde mediante la técnica del relato caleidoscópico nos sitúa en las vidas de una serie de jóvenes abriéndose paso en Nueva York. Destaca el uso del texto y la viñeta con mucha libertad, haciendo que el hecho de romper las secuencias sirva para apoyar y enriquecer a la historia.

En otra obra imprescindible, “Píldoras azules”, de Frederik Peeters, se nos cuenta cómo el propio autor entra en contacto con Cati y su hijo, ambos seropositivos. Con gran delicadeza narra cómo es la vida de estas tres personas, del amor de Frederik y Cati, de cómo afrontar la vida pegado a un tratamiento, sin caer en el sentimentalismo ni la lástima o la moralina.

Aunque no bastan estos pocos ejemplos, sí son suficientes para hacer ver que, si el público, los artistas y la industria se ponen de acuerdo, la vida y todo lo que somos y hemos sido puede ser contado en viñetas.

Leer navegando




El último éxito de nuestros dibujantes es la obra de un debutante “El banyan rojo”, de Carlos Vermut, multipremiada fuera de nuestras fronteras. Es de visita obligada la obra de Max y la del autor de la genial “Paracuellos”, Carlos Giménez.

El país europeo que se lleva la palma en cuanto a títulos publicados y auge de la industria es Francia, y eso se refleja también en los catálogos de las editoriales españolas. Es inevitable hablar de Norma que cuenta sin duda con el catálogo más diverso y extenso. Astiberri publica a Jeff Smith y Jessica Abel entre otros, y Dibbuks se caracteriza por contar con varios dibujantes españoles y por apostar por los nuevos autores europeos, además d eeditar la magnífica revista sobre historieta e ilustración “El Manglar”.

En la blogosfera, “La cárcel de papel” es el blog de referencia para todos los aficionados al cómic junto con “decómics”. Para echarle un vistazo a los “tebeblogs” o weblogs donde autores más o menos amateurs hacen sus pinitos, lo mejor es visitar clicomics.

0 comentarios: