Jugar a Rayuela con las mentiras

. domingo
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Margarita Heredia (ed.); Vila-Matas portátil (Un escritor ante la crítica)


En alguna parte de “Bartleby y compañía”, Enrique Vila-Matas habla de que la única posibilidad que le queda a literatura para innovar es que los autores traten de eludirla. De no escribir. De no ser reconocidos. De no hacer literatura. Fue su particular forma de innovar, de regalarnos nuevamente una obra donde ficción, ensayo e Historia se mezclaban para retratar a los escritores sin obra, a los que habían decidido radicalmente dejar de escribir. El tema ya había quedado prefijado en su otra novela “Una casa para siempre”, donde, al perder la voz, el ventrílocuo que la protagoniza se desdibuja, se deshace al no poder hacer lo único que sabe. Como en “Bartleby y compañía”, este abandono no es angustioso, sino liberador.



Este encuentro de dos ideas en libros tan diferentes y lejanos incluso en el tiempo no es más que uno de los numerosos ejemplos de que la obra de Vila-Matas tiene una planificación y potencia literaria extraordinaria: esa es la principal conclusión que se saca de la lectura de “Vila-Matas portátil (Un escritor ante la crítica)”. Margarita Heredia ha compilado alrededor de sesenta reseñas, críticas y entrevistas que repasan la totalidad de los libros publicados por el shandy Vila-Matas, desde "La asesina ilustrada" hasta "Doctor Pasavento", y lo primero que llama la atención es que, si bien la obra ha ido avanzando en varias direcciones (el propio autor califica su obra como “un tapiz que se dispara en muchas direcciones), el personaje, al menos visto desde los que le leemos, no ha variado apenas. Los epítetos que como autor se le dedicaron en sus primeros relatos son muy parecidos a los que recibe en la actualidad, y lo mismo podría decir este redactor de las numerosas críticas que ha publicado en este mismo suplemento.

¿Por qué, entonces, le costó tanto a su obra hacerse con el lugar de privilegio que ostenta en la literatura española? Las furibundas críticas que recibieron sus primeros libros, “Historia abreviada de la literatura portátil” incluida, hubiesen podido persuadirle de volver a publicar. Como en tantas otras ocasiones, en lo que concierne a lo literario, América Latina se nos adelantó, y le dio pronto el reconocimiento que un universo ficcional tan rico merecía. Y desde allí es desde donde nos ha venido este volumen, en cuyo prólogo Vila-Matas practica a uno de sus pasatiempos literarios favoritos: despistar al lector con mentiras y verdades sobre su biografía. A través de la identificación con el narrador de sus libros, las charlas, artículos y conferencias que pronuncia, ha construido al menos dos personas: la real, de la que no sabemos casi nada certero, y la literaria, que tanto nos atrae.

En el cortometraje-entrevista que acompaña al libro, durante la conversación con Juan Villoro Vila-Matas confiesa que la erudición que revisten sus últimos libros es, a la manera borgiana, falsa. Que inventa o tergiversa citas según le convienen al texto o a su timidez, que inventa las conversaciones o entrevistas cuando cree que el texto literario le conviene (esto se le ha vuelto en contra, ya que por la red circulan entrevistas falsas que nunca le han hecho a él). Todas esas dulces trampas que tiende en sus libros nos gustan, en definitiva, porque devuelven uno de los valores a la escritura que hace no tanto practicaba para nuestra admiración y deleite Julio Cortázar: la literatura como juego, como mero juego que sólo trasciende para el lector mientras las palabras quedan en su cabeza. Podríamos continuar glosando la mentira y el juego en la ficción a través de otros ilustres escritores que han precedido e inspirado a Vila-Matas, pero es mejor terminar citando lo que pone en boca de un personaje en el cuento "Fútbol", incluido en "Hijos sin hijos": “Me gusta esa gran verdad que dicen las mentiras” para explicar por qué gusta, por qué nos gusta tanto Vila-Matas.

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