El oficio de publicar la vida

. miércoles
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Herralde, Jorge; Por orden alfabético: escritores, editores, amigos. Ed. Anagrama

Hay una necesaria dificultad en contar las historias desde dentro, en contar un suceso del que se es parte o protagonista. Quizá me haya expresado mal: es más fácil contar una historia si se está dentro de ella, si se conocen todos los detalles; lo difícil es hacerlo como Jorge Herralde en este “Por orden alfabético: escritores, editores, amigos”: quedando de manera discreta en un segundo plano, pero dejando su huella en cada uno de los textos que componen el libro. Se trata del quinto de Herralde y primero que publica en su propia editorial. Salvo el imprescindible “Para Roberto Bolaño”, tanto en este como en los anteriores se ofrece una miscelánea de textos que ayudan a trazar una manera de entender el oficio de publicar libros, “Hay muchos tipos de editor”, ha dicho en varias ocasiones, “algunos optan por seguir directamente el mercado, y otros somos más literarios e intentamos crear lectores”.



Los artículos que componen el libro son conferencias, charlas, columnas en revistas y periódicos y algún escaso texto inédito (mención especial para “Patricia Highsmith, una anécdota”), en cada uno de ellos se habla de un personaje relacionado con el mundo editorial, casi siempre en tono de celebración.

El único reproche que se le puede hacer a Herralde es no haber escogido otro orden que diese mayor sentido al texto y que le habría dotado de una lectura más unitaria. La elección que le da título (el primer artículo es el de Jesús Aguirre, y el último el de Puco Zaforzeta) es meramente acumulativa, y se me ocurren un par mejores: cronológicamente, con lo que podríamos haber rastreado los cambios en la forma con que el autor se enfrenta al texto, o por la ocupación de los retratados: escritores, editores, agentes. En cualquier caso, la edición incluye el necesario índice onomástico para que el lector vaya saltando de artículo en artículo según sus gustos o curiosidades.

Quizá los textos que más se le atasquen al lector de a pie sean los relacionados con otros editores no tan conocidos para el gran público. Sin embargo, la prosa de Herralde hace encantadores a todos y cada uno, envolviéndolos en un aura de instante único y detenido en el tiempo, conservado únicamente para nuestra lectura. La nónima de personajes retratados es tan amplia y variopinta (Bukowsky, Pitol, Alonso Cueto, Pániker, Vila Matas, por citarles algunos de mis favoritos) como sólo nos podía ofrecer Jorge Herralde (falta su semblanza: deberían incluirla en sucesivas reediciones), uno de los sumos sacerdotes de esta religión silenciosa que es la literatura.

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